DIARIO DE UN JURISTA

Y de nuevo, los más altos togados de nuestra nación (en este caso, la Audiencia Nacional) se levantan contra la Ley de Amnistía, suponiendo en el vértice de la misma lo que una y otra vez se ha dicho por tantos juristas en España, y es que su texto vulnera frontalmente la Constitución, el Derecho Comunitario, y garantiza claramente la impunidad de los delitos. En efecto, es la Audiencia Nacional, en esta ocasión, la que ha planteado una cuestión prejudicial al Tribunal de Justicia de la Unión europea (TJUE) para que se pronuncie sobre si la aplicación de la Ley de Amnistía en el caso de terrorismo atribuido a varios miembros de los Comités de Defensa de la República (CDR) en el marco del proceso independentista de Cataluña contraviene, tal y como ellos entienden, el Derecho comunitario y garantiza la impunidad de los delitos. Los magistrados consideran que, además de suponer una vulneración de la Directiva UE contra el terrorismo “supone enviar un mensaje hacia el futuro (principio de prevención general del Derecho penal) en sentido de que los delitos de terrorismo pueden ser perdonados cuando la intencionalidad de los mismos esté en línea con los intereses políticos de quien dicta la ley de amnistía”. La advertencia de los togados respecto al mensaje de impunidad que se está propagando entre quienes aspiran a tener al inquilino de la Moncloa "cogido por los cojones", no puede ser más diáfana. Si los delitos de terrorismo de producen en las coordenadas de favorecer al autor intelectual qué tras cometerlos, les va a perdonar (precisamente mediante una Ley de Amnistía ad hoc), entonces pueden estar tranquilos en su ejecución delictiva.

No hay tsunami judicial capaz de obstaculizar los planes de Pedro Sánchez. Quien pensase que el caso de corrupción por el que está investigada Begoña Gómez, iba a hacer retroceder un solo centímetro al superviviente y estratega de la Moncloa (de cada minuto transcurrido de su tiempo, 20 segundos son invertidos en gobernar, y 40 en urdir la estrategia para sobrevivir) , que se vaya haciendo a la idea de que nos queda narcisismo para rato. Hay una especie de anuncio velado de eternidad en su arenga. "... Se abre un tiempo de nuevos avances que sacaremos adelante"...

Y de nuevo, la estrategia del miedo. La estrategia de crear el escenario idóneo para que el hombre-masa, inmerso y esclavo de su propia zona de confort, venda su libertad a cambio de unas migajas de aparente protección. Esto fue el pretérito y gran experimento sociológico y psicológico que nos llevó al inconstitucional encierro que en el inconsciente colectivo permanece indeleble, y eso pretende ahora irrogarse so pretexto de pandemias que muestran sus fauces. Aunque en distintos escenarios, entonces y ahora, la noria del hámster sigue avanzado a ningún destino. No importa que el roedor tome una u otra dirección en su huida sobre la rueda, pues el único hito posible a alcanzar es la constatación de que el resultado del experimento es siempre el mismo: aquella mínima dosis de miedo para generar el pánico imprescindible en aras a que el sujeto observado muestre el comportamiento deseado. Una vez cerciorados de la adecuada respuesta al pánico, queda expedito el camino para imponer nuevos cercos. Políticas revestidas precisamente de la seguridad que, inundado en el pavor, clama el hámster al unísono en el que consume su fuerza y existencia en la noria. Y atisbaremos nuevos escenarios, y se nos aproximarán nuevas y exóticas amenazas. No obstante, el laboratorio de experimentación será exactamente el mismo, y la noria seguirá incesantemente cambiando de dirección según la intensidad del miedo, pero no de destino. Un destino coronado por la esclavitud. Todo un pueblo ciegamente corriendo sobre la ruleta, clamando y suplicando para ser cercados una vez más en un establo que les ofrezca seguridad. Y a ésta, la llamarán libertad. Más allá del instrumental a utilizar por sus precursores, poco ha cambiado en el proceder de la fabricación del miedo. En este hastiado presente el escenario es pandémico y la ruleta una solución farmacéutica, pero hemos sufrido otros muchos escenarios, no menos crueles, en los que los muñidores del pánico, se cercioraron de que la respuesta sociológica fuera exactamente la misma. Más aún, una vez comprobaron hace ya dos decenios que ante eventos extremos, el instinto de huida tomaría un claro protagonismo sobre la valentía, el coraje y la verdad, supieron que sobre nuestro solar patrio reinaría el miedo ante cualquier seísmo psicológico y sociológico de similar magnitud. Una vez comprobada la demoledora reacción sobre el tablero, quedaba España preparada para nuevos escenarios y acontecimientos. Con muy distintas escenografías pero un mismo laboratorio y experimento, no tendrían la menor duda de que el resultado sería exactamente el mismo. Millones y millones de hámster corriendo por la noria en dirección y destino a ninguna parte. Solo el miedo como motor, en búsqueda de una prefabricada e impostada protección a la que poder llamar seguridad y libertad. Bien pues, en tanto no nos encumbremos en altísimas cotas de consciencia para vislumbrar que solo quien no precisa de una zona de confort puede vencer el miedo, seguiremos cifrando nuestro destino a las migajas de seguridad que se nos ofrecen para seguir creyendo que somos libres, más cuando ciegos y sordos, eternamente seguiremos girando en nuestra noria. Una noria de esclavitud y destino a ningún lugar, a la que hemos llamado vida y libertad. Y no. Solo es libre el hombre que no tiene miedo.

La OMS advierte de la inminencia de la devastadora viruela del mono. Ergo, de las potenciales restrictivas medidas que se nos pueden volver a imponer. Preparémonos para otro gran experimento sociológico y psicológico de control de masas a través del miedo.

Si Manuel le parte la cara a Maria, siendo detenido, procesado y condenado a prisión por ello, lo llamamos "violencia de género". Si Manuel mañana se cambia de identidad sexual en el registro civil, para pasar a llamarse "Manuela", y tras ello le parte la cara a Maria, lo llamamos "competición".

Lo que a continuación podéis leer es el delito de “prevaricación judicial” regulado en el Artículo 446 del Código Penal. Y reza así: El juez o magistrado que, a sabiendas, dictare sentencia o resolución injusta será castigado: 1º Con la pena de prisión de uno a cuatro años si se trata de sentencia injusta contra el reo en causa criminal por delito grave o menos grave y la sentencia no hubiera llegado a ejecutarse, y con la misma pena en su mitad superior y multa de doce a veinticuatro meses si se ha ejecutado. En ambos casos se impondrá, además, la pena de inhabilitación absoluta por tiempo de diez a veinte años. 2º Con la pena de multa de seis a doce meses e inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de seis a diez años, si se tratara de una sentencia injusta contra el reo dictada en proceso por delito leve. 3.º Con la pena de multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de diez a veinte años, cuando dictara cualquier otra sentencia o resolución injustas. Como podéis ver, se exige claramente que la “resolución judicial” sea no solo injusta, sino que se dicte, además, “a sabiendas de esa injusticia”. Así pues, que un Juez de instrucción (en este caso el Magistrado Peinado), dicte una resolución llamando a declarar como testigo a Pedro Sánchez, no sólo no es injusto, sino que además entra dentro de la sacrosanta obligación del juez instructor de recabar todas las fuentes de prueba que puedan esclarecer los hechos. Sea como fuere, si Pedro Sánchez no tuviera nada que ocultar, habría declarado “a pecho descubierto”. No obstante, ha optado por la evasiva del silencio. Y por ello ha precisado de querellarse, para desviar la atención sobre lo verdaderamente notorio: su muy ensordecedor y esclarecedor silencio.

El Auto del Tribunal Supremo por el que se plantea una cuestión de inconstitucionalidad al Tribunal Constitucional, no tiene desperdicio. Y reza así: La Sala considera “transgredidos” los límites constitucionales y afirma que no alberga duda alguna acerca de la inconstitucionalidad de la norma cuestionada. “No presentamos una duda, en el genuino sentido del término, interesando que la misma pueda ser despejada. Tenemos la absoluta convicción de que la norma cuestionada vulnera, al menos, los preceptos constitucionales que se dirán. Diferente, --y plenamente razonable en la estructura constitucional cuya protección a todos nos concierne--, es que nuestro criterio, correcto o errado, no resulte decisivo. Es en exclusiva al Tribunal Constitucional a quien corresponde pronunciarse con eficacia al respecto”. “No nos entretendremos aquí en destacar que no fue, precisamente, la tensión institucional la que dio lugar a la intervención de la Justicia. Esta se produjo, por lo que al orden jurisdiccional penal respecta, como consecuencia de la comisión de diversos delitos, de variable gravedad, cometidos, muchos de ellos, precisamente por quienes, en su condición de autoridades o funcionarios públicos, más obligados venían al cumplimiento de la Constitución y las leyes”. Concluye este Auto de 49 folios (49 folios que deberían hacer estremecer y salir en masa a la calle a muy especialmente, el natural votante del PSOE) con un aserto que, en cualquier mínimo estado democrático ajeno al tercer mundo, haría saltar por los aires al gobierno, dimitiendo éste en bloque, convocando acto seguido inmediatas elecciones. Y reza así su corolario: “….la norma cuestionada repugna al derecho constitucional a la igualdad ante la ley, resultando por entero arbitrarias las razones que se aducen para justificar el tratamiento claramente discriminatorio que la norma impone. El sistema constitucional se sustituye por lo que gráficamente se ha denominado como una suerte de amnistía permanente revisable, contraviniendo también el principio de seguridad jurídica y alterando las bases de la convivencia democrática, con el efecto añadido de introducir una suerte de factor criminógeno. No estamos aquí ante un debate político de mayor o menor calado. Son los principios constitucionales y el sistema democrático mismo, --no tan fácil de conseguir y preservar como la perezosa costumbre suele hacernos creer--, los que están aquí en cuestión”.